domingo, 8 de septiembre de 2013

Los no cuestionamientos en mi maternidad


Cuando supe que iba a ser mamá mi alegría fue inconmensurable. Estaba feliz, mi compañero también. Fueron meses de dulce y activa espera; justo ese mes se terminaba un gran proyecto en el cual estaba trabajando y me concentre entonces en mi estado y en el estudio de mi segunda carrera.

Fue mi mejor embarazo, pude dormir, hice yoga, comí sano, me prepare para el parto con ejercicios en el agua, sentía confianza en mi ginecóloga, adore a la matrona y me encantó el neonatólogo (antroposófico) que lo recibiría. Además, pudimos pagar el bono para que el parto fuese en una clínica.
Paradojalmente, mi pequeño no se dio vuelta, venía atravesado y  de lo que único que se hablo entonces fue de cesárea si la situación no cambiaba hacia las 36 semanas. Y no cambió, aunque hasta me paré de cabeza en yoga!!

En fin, mi niño nació por cesárea, con música y aromaterapia, con su papá acompañándonos y la matrona tomando hermosas fotos. El cordón se lo cortó el papá, y con él se fue a la otra sala para hacerle todo aquello que las mamás nunca entendemos si es tan necesario. Yo estaba bien, feliz; pero las horas se me hicieron eternas hasta que lo llevaron de vuelta  a la pieza. Luego comenzó la lactancia y mi lucha para que las enfermeras le hicieran caso al pediatra y me lo llevarán  en vez de darle relleno por la noche, pues por política de la clínica los bebes no podían estar con nosotras!!! Yo no quería que se lo llevaran, aun recuerdo esos momentos aunque han pasado casi 12 años. Deseaba fervientemente volver a casa.

Me recupere bien de la operación, dolía pero no me impedía estar con mi pequeño. Daba mucho el pecho, pero aun así él siempre parecía estar con hambre. Hice todo lo que sentía estaba  ami alcance, tome sulpilan, avena. levadura de cerveza, mucha agua, etc. Pero no parecía aumentar la producción y hubieron días que no soltaba m ipecho y yo me desesperaba porque me sentía presa de la situación y nadie me había contado que los bebes humanos necesitan a su mamá las 24 horas del día y que es lo esperable... Finalmente, mal asesorada, a los dos meses me rendí y comencé con la lactancia mixta, con mucha culpa. Por supuesto que el paquete iba con el convencimiento que el niño debía dormir en su cunita, al lado de la cama, pero en su cuna.

Debo decir que por es entonces no cuestioné prácticamente nada; quería parto normal, pero mi hijo no estaba cabeza abajo, mi doctora hablo de la cesárea como única opción en esos casos y yo lo asumí, con pena, pero sin cuestionamiento. Quería solo amamantar, pero no subía de peso lo suficiente  (aunque nunca bajo...) y lloraba mucho y hacia los dos meses no se soltaba de la teta y entonces le recetaron relleno sin mencionar otras opciones (como una asesoría en lactancia o hablarme de la crisis de los dos meses), y yo lo asumí, con pena pero sin ver otra solución. El destete llego hacia los 10 meses porque me mordió tres veces y yo consideré que era suficiente. Se fue  a su pieza como a los 10 meses, yo no estaba segura pero el papá sí; se dormía en su cuna o le dejaba en ella una vez dormido, porque era lo que me imaginaba se debía hacer y el pediatra estaba de acuerdo. Aunque llorara a mares a los 8-9 meses (por lo menos no lo dejaba solo!!!!!) pero yo era firme, tu allí, mamá acá, acá estoy hijo, tranquilo, duérmase. Alternadamente me dolía o me daba rabia su actitud, pero no me lo cuestioné.

Hubo si, algo que me nacía de las entrañas y que chocaba contra el resto del mundo: yo deseaba con todo mi corazón y mi cuerpo estar con él en casa; no quise volver a trabajar y mis cosas académicas las reduje al máximo. No pensaba que iba a querer eso, antes de que naciera creía que sin drama lo dejaría en la sala cuna a los tres meses y a seguir la vida como si nada. Pero no pude. menos mal. Tuve que dejarlo finalmente, pero al año y medio, contra mis deseos, y fuera de toda lógica, acordé con el papá que yo en vez de él saldría  a trabajar.

Mi niño fue creciendo y mi manera de estar con él fue de control total. Cada paso, cada situación era planificada por mi. Quería tantas cosas de él, esperaba moldearlo y a la maternidad según lo que me parecía correcto. Y no me lo cuestioné... incluso hice oídos sordos a comentarios muy certeros que me hablaban de la importancia de disfrutar a los niños y de la diferencia entre criar y educar... Mi niño era un "buen niño y yo estaba muy orgullosa, podía ir con él donde fuera. Era tan ordenado, tan estructurado... Tan reprimido, tan poco creativo, tan inteligente y tan poco dado a inventar juegos o investigar situaciones... tan parecido a mi.

Pasaron los años, y yo sentía que algo no estaba bien, no podía ser que mi pequeño estuviese conmigo apenas unas tres horas de su día despierto! como podía ser bueno eso, todo el día con otra gente... No podía ser bueno que se portara tan bien... Pero no tuve la suficiente convicción para dejar el trabajo o reducir la jornada; hasta que quede embarazada de nuevo y una nueva realidad vino a desbordarlo todo: embarazo y parto, casa, crianza, matrimonio, trabajo. Todo cambió. Para bien y para difícil; me separe con mi pequeña de 5 meses, mi hijo mayor comenzó a revelarse y a "ser" niño; me sumí en una profunda depresión existencial de la que salí fortalecida después de casi un año; no volví a trabajar tiempo completo, y solté muchas cosas que antes me daban terror.

Empecé a mirarme y con eso comencé un nuevo camino. Luego vino otra historia que llegó de la mano de mis hijos menores, mellizos. Y aquí estamos, cuatriplemente remecida y cada día aprendiendo cosas nuevas y cuestionándome todo lo que he hecho y lo que hago.

Al comienzo de mi maternidad no leí lo suficiente, no busqué otras opciones, no vi, no escuche no conocí otra manera. La información es poder, y esta red ha hecho posible lo que antes era muy, muy difícil para quienes estábamos tan desconectadas de nosotras misma.

Con esto comienzo mi aporte al desafío Iron Blogger; nos vemos en le siguiente post!!








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